top of page
Buscar

Tú síguele cantando

  • Foto del escritor: Paula Lanata Cedeño
    Paula Lanata Cedeño
  • 15 jul
  • 3 Min. de lectura

En nuestro paso por el Centro Histórico de Ciudad de México visitamos el Palacio de Minería, donde se presentaba la exhibición fotográfica de la periodista Gardenia Mendoza. Se titulaba Hambre de Horizontes: 17 años de migración en fotografías periodísticas. Y no, no se trataba de nada nuevo. Nada que las cadenas internacionales o los periodistas locales no hayan relatado y mostrado antes.


¿La diferencia? En lugar de pasar de la desgracia a los deportes en 40 o 60 segundos, esta vez eran las fotografías, el silencio y yo. Casi lo olvido: también había tiempo. Ese que usualmente escasea de lunes a viernes para alejarnos de lo que no es “productivo”. Se estima que 2.4 millones de ecuatorianos viven en el exterior, lo que representa alrededor del 10 % de la población. Claro que iba a sentirme identificada. Claro que me iba a cuestionar cada fotografía, si la imagen de los niños y adultos aferrados a las vallas de los aeropuertos en los 2000 todavía me genera consternación.


Ese pedacito de historia, de relatos y de retratos antiguos que siguen actualizándose, contrasta con una ciudad y un país que no paran, que siguen soñando, cantando y brindando. Y estas líneas no pretenden ser una guía turística, un análisis sociocultural ni un recuento histórico. Con solo unos días respirando el mismo aire, me parece un poco irresponsable, aunque los youtubers discrepen. Pero cuando no se trabaja para los views ni los likes, es posible darse licencias de sinceridad.


Viajar es sinónimo de reels, y esta columna —que solo tendrá un indicador, es decir, el número de visitas— pretende hacerle frente a la rapidez que ya es costumbre.


Con mi esposo visitamos el Museo Nacional de Antropología, y 10,000 pasos después, el descanso y el parar de leer siempre se convierten en necesidad. Fue así como nos sentamos en el patio central, en un punto desde donde se podía admirar “El Paraguas”: un elemento arquitectónico imposible de ignorar, y que es más que una simple estructura decorativa. Su diseño, además de dar sombra, se dice que encarna el respeto por el entorno natural, y tiene una particular caída de agua.


Un constante “Ay, ay, ay, canta y no llores…” me acompañó durante el viaje; esa canción que todos alguna vez escuchamos y creemos conocer. Mientras mi esposo trataba de ubicarse en un mapa para ir a nuestro próximo destino, y mi cerebro repetía la canción, se presentó Aurora Boreal.


Primero nos dijo “Aurora” y luego “Boreal”, generando risas inmediatas. Nos preguntó de dónde éramos, nos dijo que esperaba que todos sus “hermanos” regresaran para que los “otros” no tengan que comer, y nos dio un par de recomendaciones para movernos en metro y no gastar en taxis.


Aurora pasó del enojo por la migración y por la coyuntura a mostrarnos el crucigrama que estaba haciendo en el teléfono. Los mexicanos no pagan por entrar al museo, y con lo cautivador que es el sitio, yo también iría a hacer cualquier cosa. Entre hallazgos arqueológicos únicos en el mundo, ella se conformaba con la vista a los exteriores del museo mientras sumaba medallas por completar correctamente un par de palabras. Fue una conversación rápida. Nos dirigió y nos deseó que todo vaya bien.


La migración se repite por aquí y por allá, con el familiar migrante del otro lado del mundo, y otro aún más lejos. La tristeza de las separaciones, las familias que quedan incompletas y las añoranzas de la casa de los abuelos estaban resumidas en esa canción que patinaba en mi cabeza.


—Tú síguele cantando —me dijo Aurora al despedirse. Y con el paso del tiempo reafirmo que de eso se trata: de cantar para alegrar los corazones, pese a todo y a todos.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Espectadores

Artículo publicado originalmente en La República, medio digital de Ecuador. Israel confirmó que realizó un bombardeo a un campamento de...

 
 
 

Comentarios


Sígueme

  • LinkedIn
  • Twitter
bottom of page